Continúa la huelga del Metal en Cádiz e IU la sigue apoyando

Continúa la huelga en el Metal de la provincia de Cádiz y el conflicto sigue sin resolverse. La negativa de la patronal a ceder a las reivindicaciones de los trabajadores y de las trabajadoras no está haciendo que desistan en su empeño justo.

A través de los sindicatos representativos del sector, CCOO y UGT, han planteado una subida salarial fija en torno al 2,5%, que es algo superior a la del 2% ofrecida por la patronal. A eso se une la petición de que la diferencia de esa cantidad fija con el IPC real no sea sólo una paga de compensación, sino que se incluya en las tablas salariales, de manera que eso conlleve un incremento real del salario. Por último, defienden que el convenio tenga una duración de dos años, con el fin de que pueda volverse a negociar el siguiente atendiendo a las nuevas circunstancias.

Por su parte, la patronal rechaza el incremento salarial (¡por un 0’5% más!) y la consolidación salarial de la subida, y propone un convenio de tres años de duración, que sería el periodo en el que se iría compensando el déficit salarial arrastrado de años anteriores. Consideran que la propuesta de los trabajados y las trabajadoras es algo imposible de asumir, poniendo como excusa la pandemia y amenazando que sería la desaparición de la industria gaditana.

La situación de los trabajadores y las trabajadoras del sector del Metal gaditano, como ocurre con la de otros sectores y lugares del país, es en gran medida consecuencia de la reforma laboral que aprobó el PP hace casi una década, que ha conllevado el incremento desmesurado de los contratos temporales, la rebaja de los salarios, el abaratamiento de los despidos y, en fin, la extensión de la precarización laboral.

Las muestras de solidaridad están siendo numerosas por parte de grupos y colectivos sociales de diversa índole (Marea Blanca, Sindicato de Estudiantes, asociaciones de consumo y vecinales, IU, Podemos, Más País…), artistas, agrupaciones de carnaval, personas a título individual, etc.

IU se está al lado de los trabajadores y las trabajadoras, así como de sus sindicatos y plataformas. Está participando en las movilizaciones y actos de solidaridad que se están llevando a cabo. Y denuncia tanto la represión policial, en muchos casos violenta y desproporcionada, como la desinformación y manipulación que está dando por determinados medios de comunicación. Y considera, así mismo, que el derecho de huelga es un derecho fundamental reconocido en esa Constitución de la que tanto se alardea desde los medios políticos y de comunicación de la derecha.

También IU de Barbate, a través de nuestra compañera Chiara Molinari, coordinadora local, estuvo ayer presente en la manifestación que tuvo lugar en la capital gaditana. A ella acudieron diversos cargos organizativos e institucionales, como el propio Toni Valero, coordinador de IU de Andalucía.

IU de Barbate participa en la marcha contra el macroproyecto urbanístico en El Següesal

Hoy domingo se ha celebrado una marcha, organizada por el grupo Ecoágora, que tenía como objetivo denunciar el macroproyecto urbanístico “Següesal Golf Resort”, promovido por la empresa Boris y que cuenta con el apoyo de los gobiernos de la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento de Barbate, así como los grupos municipales de PP, PSOE y Andalucía x Sí.

Alrededor de un centenar de personas han recorrido durante cuatro horas los aproximadamente 10 kilómetros de recorrido que tiene el perímetro que ocupa el macroproyecto. Se han podido observar los diferentes lugares que se verían afectados. Entre otros, La Oscuridad, el Barranco Hondo, El Següesal, La Porquera o la Loma del Molino, teniendo como referencia el arroyo Mondragón, que nace en la zona de San Ambrosio y desemboca en las marismas del Barbate.

Todo un espacio natural que se vería abruptamente alterado con la ubicación de un campo de golf, un hotel o apartamentos turísticos de lujo y el trazado de vías de circulación asfaltadas. No debemos perder de vista la biodiversidad existente, en la que juega un papel importante que sea un espacio adyacente al Parque Natural de la Breña, el Acantilado y las Marismas del Barbate.

A lo largo del recorrido hemos disfrutando de especies vegetales como el alcornoque, el pino piñonero, el acebuche, el lentisco, el brezo, la retama, el madroño y un largo etcétera, base de una rica variedad faunística, especialmente de aves, que tienen en el Parque Natural su principal abrigo.

La oposición de IU de Barbate, como la de Ecoágora y otros grupos ecologistas, se basa en el rechazo de un modelo turístico que, lejos de promover un desarrollo equilibrado, provoca impactos negativos tanto en el medio natural como en el de la sociedad barbateña; que, lejos de ser una fuente de riqueza para el municipio, sólo lo sería para la empresa promotora, las empresas que acabarían participando en el proyecto y una minoría social que viviría ajena a la realidad de Barbate.

Desde IU de Barbate, a su vez, seguimos insistiendo en la defensa de un modelo turístico que respete a la naturaleza, que en el caso de nuestro municipio supone uno de sus principales valores; y que esté incardinado en la diversidad económica, con el impulso también de las actividades pesqueras, agropecuarias e industriales, incluyendo la transformación de los recursos propios.

Izquierda Unida de Barbate, con los trabajadores y las trabajadoras del Metal de la provincia de Cádiz

Izquierda Unida de Barbate se solidariza con la huelga que están llevando a cabo los trabajadores y las trabajadoras del sector del Metal de la provincia gaditana. Consideramos que sus reivindicaciones, basadas principalmente en la recuperación del poder adquisitivo y la no pérdida de derechos sociales, son justas.

Desde la patronal sus representantes se han cerrado en banda, con la excusa de la situación de crisis que está viviendo el sector, en especial lo que está relacionado con la construcción naval. Pero resulta alarmante que en estas circunstancias tenga que pagar las consecuencias, una vez más, el eslabón más débil, que lleva sufriendo en los dos últimos años un recorte en los salarios y en los derechos laborales.

El respaldo también se ha hecho desde otros ámbitos de nuestra organización, así como de Unidas Podemos y Adelante Andalucía. El coordinador provincial de IU, Jorge Rodríguez, afirmó ayer que “las reivindicaciones de los trabajadores son justas, y después de haber estado al pie del cañón durante la pandemia no puede pagar ahora los efectos de la crisis”. Añadió, a su vez, que «la lucha del sector del metal no afecta únicamente a la Bahía de Cádiz o al Campo de Gibraltar, se trata de unas reivindicaciones que afectan al conjunto de la provincia, porque la industria es uno de los pilares fundamentales del modelo de desarrollo que queremos para esta provincia».

Ayer tuvo lugar una concentración de apoyo en la plaza del Ayuntamiento de Cádiz, donde nuestro coordinador provincial estuvo acompañado de un grupo numeroso de representantes municipales y militantes. No ha faltado tampoco que se hayan llevado a cabo en varias localidades de la provincia actos de solidaridad, en los que IU ha estado presente.

Por otra parte, en el seno de la Diputación Provincial fue aprobada una moción de apoyo a los trabajadores y las trabajadoras, que fue presentada por nuestra compañera Carmen Álvarez. A su vez, se ha pedido a la presidenta de la propia Diputación su mediación en el conflicto, dado que «es necesario recuperar el diálogo, porque la confrontación no interesa ni a trabajadores ni a la provincia de Cádiz. Por ello pedimos a este Gobierno, representante de la máxima institución provincial, que inste a la patronal a dialogar con los trabajadores con voluntad de llegar a acuerdo”.

El Partido Comunista de España y la Guerra Española

Jesús María Montero Barrado

Igual que el gobierno no fue capaz de atajar la conspiración militar, el  fracaso del golpe militar tuvo que ver con la actitud mostrada por socialistas, anarquistas y comunistas. No impidió, empero, que ese fracaso derivara en una cruenta confrontación militar, que duró a lo largo de casi tres años. En España se vivió el episodio, a modo de antesala, de lo que a partir de septiembre de 1939 se convirtió en la Segunda Guerra Mundial . Si bien con una diferencia: en julio de 1936 ninguna de las potencias “democrático-liberales” ayudó a la España republicana, que sufrió un feroz ataque del fascismo, tanto español como internacional. Sólo la URSS fue capaz de ayudar a la República, lo que resultó insuficiente frente al apoyo militar que Italia y Alemania prestaron a los sectores del ejército sublevados, a lo que había que sumar la ayuda logística de Portugal, por entonces bajo la dictadura de Oliveiro Salazar.

El PCE ante el golpe de estado y el inicio de la guerra

En esas circunstancias tan difíciles el PCE supo estar a la altura. Estuvo desde el primer momento en la vanguardia de la defensa de la República, respetando el espíritu unitario del Frente Popular, dándole valor y haciendo lo posible para extenderlo. Un objetivo que aunara a todos los grupos políticos que se oponían al fascismo: desde los republicanos a los obreros, pasando por los nacionalistas vascos y catalanes, todos en sus distintas familias. 

Una de las consecuencias del golpe militar fue precisamente la paradoja de precipitar un proceso revolucionario, que era lo que sus instigadores insistían que querían evitar. En las zonas donde fracasó se produjo un vacío de poder, en la medida que la acción de los grupos obreros sustituyó en los primeros momentos la desorientación y desorganización que correspondía a un gobierno que no  había sabido hacer frente a la conspiración.

La entrega de armas, retardada unos días, se materializó con el gobierno de José Giral. Gracias a todo eso se pudo hacer ahogar el golpe en varios lugares y hacer frente en los primeros momentos a los avances militares que los sublevados empezaron a llevar a cabo. La formación de milicias ligadas a cada uno de los grupos permitió frenar esos avances y en algunos casos acometer ofensivas, buscando en lo posible la coordinación con las fuerzas de ejército que se habían mantenido leales. 

En cada territorio se tendió a que el grupo mejor y más implantado hiciera valer su hegemonía. Un caso paradigmático fue el de Madrid, donde el PCE organizó en los primeros momentos el conocido como 5º Regimiento. Bien organizado y con una férrea voluntad de defender la República y a su gobierno, sirvió de modelo para lo que fue viniendo después.

El verano del 36 fue un momento en el que se mostraron actitudes variopintas, fueran o no espontáneas. Desde los sublevados resultó clara su voluntad de hacer de la represión uno de los pilares de su poder. Como habían previsto los organizadores del golpe, con eso de la acción «ha de ser en extremo violenta» que el general Mola había escrito en una de sus instrucciones reservadas, se llevó a rajatabla. Lo ocurrido en los lugares donde triunfó el golpe y, sobre todo, en el recorrido de la «columna de la muerte» que fue haciendo, desde Sevilla, por Extremadura y Toledo, camino de Madrid, fue el detonante de lo ocurrido durante las primeras semanas en el territorio controlado por la República. 

En ese tiempo la influencia del gobierno central disminuyó considerablemente, pasando el poder a manos de los comités que surgieron en cada localidad y que estaban controlados sobre todo por los partidos obreros y sindicatos. Estos comités organizaron las primeras resistencias, desarrollaron una tarea depuradora contra los enemigos internos (fascistas, derechistas y clero) y reorganizaron la economía, colectivizando numerosas propiedades.

El vacío de poder existente impidió que se pudieran controlar los impulsos de mucha  gente, que veía en sus acciones una mezcla de venganza por lo que estaba ocurriendo en los lugares donde los sublevados triunfaban y de intentar evitar lo que les podría ocurrir.

El PCE en el gobierno de Frente Popular de Largo Caballero 

Desde el primer momento el PCE defendió la formación  de un gobierno formado por los grupos del Frente Popular con el fin de reconducir la situación de desorganización en todos los órdenes, incluyendo el militar y del orden público. Hubo de esperar a que eso sucediera en septiembre, cuando Francisco Largo Caballero asumió la jefatura de un gobierno en el que estaban representadas prácticamente todas las sensibilidades antifascistas. Como novedad, entraron dos ministros del PCE: Jesús Hernández, en Instrucción Pública y Bellas Artes; y Vicente Uribe, en Agricultura. Y también lo hicieron cuatro miembros de la CNT, dos de la rama más radical (Federica Montseny y Juan García Oliver) y dos de la moderada (Joan Peiró y Juan López). 

Con el nuevo gobierno se inició una etapa que buscaba recuperar la autoridad política, pero conservando buena parte de los cambios revolucionarios e introduciendo otros. El estado nacionalizó la banca, la industria de guerra y el comercio exterior, mientras que las colectivizaciones de tierras, industrias  y servicios variaron según el grupo que predominara. En Vizcaya, dada la mayor influencia del PNV, apenas hubo colectivizaciones.

La prioridad estuvo en la reorganización del ejército, con la creación del conocido como Ejército Popular. Se hizo en a los militares que se habían mantenido fieles a la República y la integración de las distintas milicias sindicales y partidistas. Se mantuvo la organización jerárquica tradicional, pero se añadió, como una novedad proveniente de la URSS, la incorporación de los comisarios políticos, cuya actuación sirvió tanto para asesorar políticamente a los mandos militares como para insuflar en la tropa los valores antifascistas. Y en eso el PCE dio muestras de la experiencia adquirida en su 5º Regimiento, a la vez que se convirtió en el principal defensor del nuevo ejército, teniendo en cuenta las reticencias, cuando no resistencias, existentes en sectores de las milicias de la CNT, algunos del PSOE y, en mayor medida, el POUM.

El papel de los ministros del PCE fue importante, defendiendo el espíritu unitario y antifascista del gobierno y desarrollando una intensa labor en las áreas donde tenían responsabilidades. Destacó sobre todo el ministerio de Agricultura, donde se produjo una ampliación de la reforma agraria, que se basó sobre todo en el reparto de tierras al pequeño campesinado, pero sin descartar las colectivizaciones. Con esa actitud se quería ganar el apoyo del pequeño campesinado y evitar su distanciamiento en la defensa de la República.

Un asunto clave en este periodo fue la defensa de Madrid. El fracaso de la ofensiva lanzada durante el verano desde el norte por parte de las tropas sublevadas dirigidas por Emilio Mola, detenidos en las sierras de Guadarrama y Somosierra, permitió que se empezase a organizar la defensa de la capital. Desde finales de septiembre se estaba preparando el segundo intento, en esta ocasión desde el suroeste y con base en las tropas «africanas» dirigidas por Francisco Franco como protagonistas. 

Pero la capital fue dada por perdida por el gobierno republicano, que en octubre se trasladó Valencia. Quedó en manos de una Junta de Defensa, presidida por el general José Miaja, con el fin de hacer lo posible para resistir. El nuevo asalto se inició en noviembre, pero fue detenido por la combinación de varios factores: la dirección militar, en la que jugó un papel primordial el coronel Vicente Rojo, verdadero artífice de la planificación; el empuje valeroso del pueblo madrileño; la ayuda solidaria de milicias provenientes de Cataluña y Aragón; la llegada de las primeras unidades de brigadistas internacionales; y también la llegada de la ayuda de la URSS, con armamento diverso y asesores militares. El PCE no falló en ese episodio. 

La conocida como Batalla de Madrid duró hasta marzo de 1937, con otras dos ofensivas del ejercito sublevado que resultaron fracasadas: en febrero, desde el sur, por el río Jarama; y en marzo, desde el noroeste, por Guadalajara, en esta ocasión con la presencia de numerosos efectivos italianos. 

El choque entre las estrategias de guerra  

Las diferencias entre los grupos escondían estrategias de guerra diferentes. Una era la de quienes priorizaban la revolución para ganar la guerra, como hicieron una parte de la CNT, la FAI,  la FJL, el ala radical del PSOE y el POUM. Otra estrategia consideraba que había que priorizar la guerra para poder avanzar en la revolución, como se defendía desde el PCE, el PSUC, las JSU y un sector de la CNT. Por último, estaban quienes defendían mantener los logros del Bienio Reformista, como los republicanos de izquierda (IR, UR, ERC), las tendencias moderada (Julián Besterio) y centrista (Indalecio Prieto) del PSOE, e incluso el PNV. 

En mayo de 1937 las calles de Barcelona fueron escenario de un enfrentamiento armado entre los partidarios del primera postura y los de las otras dos. El motivo inicial fue la lucha por el control de la sede de Telefónica, hasta entonces en manos de un comité sindical vinculado a la CNT. Cuando desde el gobierno central se instó a que pasara a depender de la Generalitat, la situación estalló. Recuperada la autoridad del Estado, la  primera de las consecuencias fue la formación de un nuevo gobierno, que pasó a ser dirigido por el socialista Juan Negrín, que pertenecía a la tendencia centrista del PSOE.

A partir de ese momento la autoridad del gobierno central fue mayor. Y para ello Negrín tuvo el apoyo principal del PCE/PSUC, lo que le fue alejando tanto de los grupos más radicales como de los moderados, incluido el propio Prieto. Éste,  además, acabó dimitiendo en abril de 1938. Los reveses de la guerra y, sobre todo, el fracaso en la Batalla del Ebro (noviembre de 1938) llevaron a Negrín y el PCE/PSUC a centrarse en la resistencia. 

La situación se fue deteriorando de tal manera, que tras la pérdida de Cataluña, en enero de 1939, Azaña dimitió como presidente de la República y el general Rojo, jefe del Estado Mayor, se marchó de España. El momento culminante tuvo lugar en marzo de 1939 con la sublevación del coronel Segismundo Casado. En el fondo no era otra cosa que una operación urdida desde el cuartel general de Franco, instigada por el espionaje de los sublevados y la «quinta columna» y aplicada por un sector de militares. Fue apoyada, además, por una parte de la CNT y del PSOE. Se formó para ello el Consejo Nacional de Defensa, que buscaba una “rendición honrosa”. Integrado por militares, anarquistas y socialistas, estuvo presidido por el general José Miaja y tuvo entre sus consejeros al socialista Julián Besteiro.

Esa operación sólo fue respondida por el PCE. Sufrió, como consecuencia, la muerte y/o detención de dirigentes políticos y mandos militares ligados al partido que se habían opuesto al golpe. Cuando las tropas sublevadas fueron ocupando lo que quedaba del territorio republicano, se encontraron con muchos de ellos encarcelados. 

Presencia e influencia de la URSS 

La URSS fue el único país que ayudó a la República. La evasiva franco-británica desde el primer momento se consolidó en agosto con el Tratado de No Intervención, firmado también por Alemania e Italia, pero que incumplieron flagrantemente desde el primer momento. Si el papel jugado por estas potencias resultó decisivo en los primeros compases de la guerra, suministrando, cobertura, armamento y asesores en situaciones clave (como ocurrió en el paso de tropas desde África a la Península), con el paso de los meses fue a más, llegando a desplegar sus propias fuerzas: la aviación, en el caso alemán, y tropas de infantería mecanizada y aviones, en el italiano.

El acuerdo al que llegó el gobierno republicano con el soviético se materializó a partir del mes de septiembre en forma de armamento, asesores e instructores militares, y aviadores. Aunque la cuantía de la ayuda siempre estuvo por debajo de la ayuda prestada  por las potencias fascistas, logró mantener una fuente de recursos que permitió al gobierno republicano defenderse e incluso  llevar a cabo ofensivas militares, como hizo en Brunete (Madrid, julio de 1937), Belchite (Zaragoza, julio de 1937), Teruel (diciembre de 1937) o el Ebro (Zaragoza y Tarragona, julio de 1938).

Esa ayuda se complementó con el llamamiento hecho por la IC para el envío de voluntarios procedentes de diversos países. Los combatientes que llegaron a España fueron organizados en las Brigadas Internacionales, que en la mayor parte de los casos estaban vinculados a los diferentes partidos comunistas. La IC proporcionó, a su vez, buena parte de los mandos militares.     

Además del aspecto militar, la presencia soviética y de la IC tuvo una vertiente política, vinculada en gran medida al PCE. Sus asesores actuaron junto a los miembros de la dirección del partido, sobresaliendo el italiano Palmiro Togliatti, orientando sobre actuaciones concretas relativas a la estrategia de guerra, la relación con las distintas fuerzas e incluso la conveniencia de estar o no dentro del gobierno. 

No faltó tampoco la presencia de agentes de la NKVD, la policía política soviética, que actuaron tanto en la desarticulación de actividades de espionaje de agentes vinculados a los sublevados como en la represión de personas acusadas de golpistas y/o derechistas. Incluso trasladaron a España la persecución que se estaba dando en la URSS contra la oposición política. Dos fueron los hechos  que resultaron significativos.

Uno fue lo ocurrido en Paracuellos del Jarama y en Torrejón de Ardoz, en las cercanías de la capital, donde a lo largo del mes de noviembre y principios de diciembre de 1936, coincidiendo con la ofensiva que estaba sufriendo, se produjo la matanza de más de dos mil personas. Llevada a cabo en sucesivas sacas desde las prisiones madrileñas, fue organizada por el agente Alexander Orlov, y contó con la complicidad de un aparato clandestino del PCE y la de milicianos cenetistas.  

El otro hecho fue, dentro de la represión desatada contra el POUM, la detención, asesinato y desaparición de Andreu Nin, su principal dirigente. Se trataba de una persona con fuertes vinculaciones con Leon Trotski y para la acometida represiva se utilizó como excusa la participación de ese partido en los hechos ocurridos a principios de mayo en Barcelona. En junio fue por ello ilegalizado y su cúpula dirigente detenida y juzgada, bajo la acusación de traición a la República.

La estrategia que Stalin tenía diseñada para España no estaba destinada a la toma del poder por el PCE y sus aliados. Se basaba en la necesidad de contención del fascismo, desde la realidad de la intervención italo-germana en España, y el objetivo de que al menos Francia acabara ayudando a la República española, después del fiasco del Tratado de No Intervención. Al PCE le pidió moderación, lo mismo que aconsejó a Largo Caballero, evitando situaciones extremas que rompiesen un acuerdo social con los sectores de la pequeña burguesía y las clases  medias, y otro político con los grupos republicanos de izquierda o el PNV.  

Logros y limitaciones del PCE en el contexto de guerra

La guerra se convirtió para el PCE en un escenario donde desplegó la línea política unitaria que había practicado en los meses anteriores y que se concretó en el Frente Popular. Participó con todos sus recursos y entusiasmo en la movilización  popular surgida en los primeros momentos para hacer frente a los militares golpistas, lo que continuó a lo largo de los años siguientes. Y se aprovechó del prestigio en crecimiento de la URSS, dado que fue el único país que prestó ayuda a la República. Y todo ello en medio de unas circunstancias muy difíciles y cambiantes, que obligaban a tener que tomar decisiones con rapidez y eficacia. 

La relación con la URSS, llevada a cabo a través de la presencia de delegados de la IC, no fue del todo plena. Sus dirigentes dieron muestras en algunas ocasiones de disponer de capacidad de autonomía. Ocurrió, por ejemplo, después de los sucesos de mayo del 37, cuando no atendieron a que se respetara la permanencia de Largo Caballero al frente del gobierno; o en abril de 1938, cuando se mantuvieron en el gobierno de Negrín tras la salida de Prieto. Es cierto que eso provocó el alejamiento de los sectores del PSOE que tanto Largo Caballero como Prieto representaban y llevó a que se acusase al propio Negrín de filocomunista, pero también lo es que lo errores políticos y militares del primero y el derrotismo del segundo poco o nada ayudaron en el trascurso de una guerra que cada vez se complicaba más. 

Esa actitud y actividad hizo que tanto el PCE como su entorno (JSU, Mujeres Antifascistas, Unión de Muchachas, etc.) crecieran en militancia e influencia. En mayor medida, entre los grupos de edad más jóvenes y con una gran presencia de mujeres. 

En el terreno militar desarrolló una actividad muy intensa aprovechando la experiencia de militares profesionales que iban entrando como militantes y el surgimiento de cuadros militares  al margen de a estructura militar, en muchos casos con una corta formación previa en a URSS, y que alcanzaron un gran prestigio. Entre los primeros destacó el caso de Ignacio Hidalgo de Cisneros, que se convirtió en jefe de la Aviación republicana. Y entre los segundos, Enrique Líster, Juan Modesto, Valentín González o Manuel Tagüeña.

También el campo de la cultura jugó un papel importante en el PCE. Movilizó para ello a su militancia en una triple dirección: para elevar el nivel cultural de la población, destacando la presencia de Jesús Hernández al frente del ministerio de Educación entre septiembre de 1936 y mayo de 1937; para infundir un espíritu combativo, como se hizo desde la creció artística (Josep Renau, Lorenzo Aguirre, Alberto Sánchez, Manuela Ballester…) y literaria (Miguel Hernández, Rafael Alberti, María Teresa León, Pedro Garfias…); y para trasladar a la opinión pública internacional la denuncia de la agresión fascista. Sobre esto último destacó el impulso que dio para la formación de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, que organizó dos congresos, el segundo de los cuales se celebró en Valencia en julio de 1937.   

El problema es que el PCE no supo aprovechar en toda su dimensión la afluencia de tanta gente, lo que dio lugar a veces a situaciones entre extrañas y contradictorias. A ello no fueron ajenas las dificultades derivadas de un contexto en el que primaban ante todo las necesidades bélicas. Aun con eso fue el grupo que mejor expresó el compromiso de defender los valores republicanos entendidos desde la perspectiva progresista. Se ha destacado que su visión del momento estuvo basada en una perspectiva global, contemplando todas las variables y evitando en caer en situaciones que hicieran que se perdiese. De ahí que primase el ganar la guerra, evitando divisiones y distracciones con prácticas extremistas. Todo eso le granjeó resquemores y hasta desconfianza, dado que su creciente influencia la desarrolló en competencia con otros grupos obreros: el PSOE y la CNT.  

Cuando la guerra estaba llegando a su fin y la desmoralización se instaló en buena parte de los líderes de los diferentes grupos políticos y en los mando militares, sólo el PCE tuvo voluntad de mantener el espíritu de resistencia. En eso coincidió con Negrín, que era consciente que su idea de resistir, hasta que comenzara el conflicto internacional que se avecinaba, sólo podía hacerse realidad a través del PCE.  

Pero no fue así. El fascismo triunfó en España, ayudado por las dos potencias que desde septiembre de 1939 provocaron el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Y cuando ésta acabó en 1945, las mismas potencias que se negaron a ayudar a la República en 1936 dejaron que el régimen fascista continuara instalado en España durante otras tres décadas.

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(El artículo ha sido publicado en el blog del autor Entre el mar y la meseta: http://marymeseta.blogspot.com/2021/11/el-partido-comunista-de-espana-y-la.html).

El Partido Comunista de España durante la Segunda República

Jesús María Montero Barrado

La llegada de la República cogió al PCE en una situación de desorientación. De un lado, se encontraba diezmado por el impacto de la dictadura primorriverista. Y por otro, sufrió las consecuencias de los errores cometidos, bien propios o bien condicionados por los vaivenes tácticos de la Internacional Comunista. A su vez, en el contexto internacional habían surgido dos hechos de máxima importancia: la crisis económica iniciada en 1929 y el desarrollo del fascismo, ya instalado en el poder en Italia y en vías de hacerlos en Alemania.

El 14 de abril y lo que vino en los meses siguientes 

En la anterior entrada me referí al recibimiento que el PCE dio a la llegada de la Segunda República. Expresaba un alejamiento de la realidad política, haciendo gala de una elevada radicalidad, que tuvo como mensaje principal la propuesta de una república obrera y campesina. Esa reivindicación se mantuvo en las elecciones legislativas del mes de junio, en las que cosechó una severa derrota, no llegando ni al 1% de los sufragios. En medio de esa sequía, el principal logro fue la consecución en las elecciones municipales del 12 de abril de la alcaldía en el pueblo toledano de Villa de Don Fadrique en la persona de Luis Cicuéndez.

Pero fue en marzo del año siguiente cuando el PCE empezó a sentar las bases de lo que con el tiempo acabaría siendo un cambio de rumbo. En el IV Congreso se introdujeron algunos cambios en la dirección del partido con la entrada de nuevos miembros. Después de varios movimientos internos lanzados contra el núcleo dirigente, en octubre se produjo la reestructuración definitiva, con la expulsión de Bullejos y sus colaboradores Manuel Adame, Gabriel León Trilla y Etelvino Vega, que fueron acusados de mantener posiciones excesivamente radicales y alejadas de la realidad. En el fondo no dejaron de ser meros chivos expiatorios de los errores cometidos por la IC en su política de clase contra clase. En esos momentos resultó decisivo el papel jugado por los delegados de la IC, en especial el argentino Victorio Codovilla.

El relevo organizativo estuvo encabezado por el sevillano José Díaz, símbolo no tanto de una nueva generación como de una hornada diferente de militantes. El nuevo secretario general provenía del grupo numeroso de cenetistas que en 1927 se pasaron al partido, lo que supuso la creación en esa ciudad de un foco sólido y con arraigo. Lo acompañaron en la dirección, entre otros nombres, Vicente Uribe, Dolores Ibárruri y Jesús Hernández, de Vizcaya; Manuel Delicado y Antonio Mije, de Sevilla; o el jerezano Manuel Hurtado. No faltó tampoco la formulación de algunas autocríticas, como ocurrió, por ejemplo, con Dolores Ibárruri, que había formado parte de la dirección desde 1931.

El destino de los expulsados fue diferente. Mientras José Bullejos y Manuel Adame pronto acabaron recalando en el PSOE, lo que fue interpretado como una prueba de su actividad contraria al partido, Gabriel León Trilla y Etelvino Vega fueron readmitidos con el tiempo. 

Pese a los cambios habidos, durante los meses siguientes apenas se alteró la línea política de clase contra clase. Eso conllevaba que se siguiera viendo el reformismo, tanto general como el que se daba en nombre de la clase obrera, como el principal peligro de cara a la revolución. El resultado fue una permanente oposición a las medidas tomadas por el gobierno de coalición republicano-socialista durante el primer bienio republicano, sobre todo las que tenían un contenido social, bien en materia laboral o bien en relación a la reforma agraria. A la vez, el PCE continuó haciendo uso de un lenguaje duro contra lo que era denominado como socialfascismo, representado en España por el PSOE. Dicho término, proveniente de Alemania, suponía una caracterización de la política desarrollada en ese país por la socialdemocracia en colaboración con otros grupos políticos y que no combatió con el rigor debido la expansión del movimiento nacionalsocialista.  

El crecimiento del PCE siguió siendo lento, si bien tuvo algunos logros. La implantación se fue extendiendo y consolidando en mayor medida en las provincias  andaluzas de Sevilla, Málaga, Córdoba y Cádiz, y en Asturias. Vizcaya  fue perdiendo terreno, Madrid se mantuvo, aprovechando ser el centro de gravedad del país, y Cataluña siguió siendo el territorio con mayores dificultades. Pese a ello, en 1933 se integraron en el partido el grupo Izquierda Revolucionaria y Antifascista, dirigida por el intelectual de origen peruano César Falcón, y algunos destacados dirigentes del Partido Social Revolucionario, entre los que se encontraba el diputado José Antonio Balbontín. Y a lo largo de esos años se consolidó como órgano de difusión de la línea política del partido el periódico Mundo Obrero, que había aparecido por primera vez en 1930.  

En el campo sindical el PCE acabó fundando a mediados de 1932 la Confederación General del Trabajo Unitaria. Hasta ese momento había trabajado dentro de la UGT y, en mayor medida, de la CNT, a través de los grupos de oposición sindical revolucionaria, cuyos logros fueron limitados. La CGTU, sin embargo, tuvo una implantación pequeña, siendo mayor en las provincias donde el partido disponía de más presencia: las ya referidas andaluzas y Asturias, y, en menor medida, en Vizcaya. 

El año 1933

Lo ocurrido en Casas Viejas en enero de 1933 fue considerado como una prueba más de la naturaleza burguesa del gobierno de coalición republicano-socialista. Pero ese año dio más de sí, pues, mirado en su conjunto y atendiendo también al contexto europeo, los avatares que se fueron sucediendo acabaron siendo decisivos. No se debe perder de vista que en enero fue cuando el partido nazi accedió al gobierno en Alemania, implantando de una forma acelerada una dictadura. O que en el mes siguiente ocurrió algo parecido en Austria con la llegada al gobierno del protofascismo que encarnaba Dollfuss. Los dos hechos sirvieron de aldabonazo para que en el seno de la IC se aprobase un nuevo cambio de rumbo. Y en esta ocasión se propuso la formación en cada país de alianzas interclasistas y antifascistas a través de los denominados frentes populares. Aunque fue algo que tardó en cuajar, con el tiempo, dependiendo de las realidades nacionales, fue poniéndose en práctica. 

Mientras tanto, en España el gobierno de coalición acabó saltando por los aires en septiembre y en noviembre se celebraron unas nuevas elecciones. En el campo de la izquierda cada partido decidió presentarse, salvo unas pocas excepciones, por separado, lo que allanó el terreno a los grupos de la derecha, que obtuvieron mayor número de votos y, en el caso de los monárquicos, optimizaron el número de escaños por presentarse unidos a través de la CEDA. 

El comportamiento de los grupos obreros y su electorado ante esas elecciones fue diverso. El PSOE, en solitario, obtuvo el 21’7% de los votos, pero en el Congreso supuso que el número de escaños quedara reducido al 12’5%. El malestar creado por la represión en Casas Viejas llevó a que buena parte de la afiliación cenetista decidiera hacer caso al llamamiento a la abstención lanzado por la dirigencia anarquista. Y en lo que respecta al PCE, sus resultados, aun siendo algo mejores que en 1931, sólo tuvieron como fruto la elección de Cayetano Bolívar como diputado por Málaga, dentro, eso sí, de una candidatura unitaria y popular.

Las contrarreformas de los gobiernos conservadores

La llegada al gobierno de los grupos conservadores supuso, en primer lugar, el desmantelamiento de las medidas sociales y agrarias del bienio anterior. A eso se añadió la amnistía que se concedió a los militares que protagonizaron en agosto de 1932 un intento de golpe militar en Sevilla, conocido como la «sanjurjada». Pero fue a raíz de la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA, en octubre de 1934, lo que precipitó un cambio en el comportamiento y la relación entre los grupos de izquierda. Si a eso se une el creciente enrarecimiento del clima político internacional, al que Alemania contribuyó con la denuncia de los acuerdos firmados en Versalles en 1919 y su política de rearme, el acercamiento entre los grupos obreros se vio facilitado. La presencia de la CEDA en el gobierno fue interpretada como una avanzadilla de lo que había ocurrido en Austria con Dollfuss y la deriva autoritaria que su gobierno tomó desde el primer momento. Además, la presión cada vez más intensa por parte de José María Gil-Robles, líder de la CEDA, para integrarse en el gobierno, acrecentó los temores. Y tanto, que hasta el propio presidente de la República, el republicano moderado Niceto Alcalá-Zamora, se opuso tajantemente.  

Socialistas, anarquistas y comunistas aunaron sus fuerzas en la acción sindical, lo que se materializó en la formación de alianzas obreras, una fórmula que ya se había dado con anterioridad y que en ese momento fue promovida desde la IC. La relación entre los diferentes grupos de izquierda, incluyendo los reorganizados republicanos (la Izquierda Republicana de Manuel Azaña y la Unión Republicana de Diego Martínez Barrio), tendió a mejorar. En el seno del PSOE se produjo un proceso de radicalización, hasta ese momento desconocido, en uno de sus sectores internos. Encabezado por Francisco Largo Caballero, contó también con el apoyo de amplios sectores de la UGT y atrajo a la mayoría de la dirección y la militancia de las Juventudes Socialistas, que en ese momento tenían a Santiago Carrillo como secretario general.   

El momento clave tuvo lugar en octubre de 1934 con la convocatoria de una huelga general en todo el país. Si bien fracasó como tal, en Asturias derivó en una revolución de carácter obrero, mientras que en Cataluña Lluis Companys, presidente de la Generalitat, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La dureza empleada por el gobierno en Asturias (con el asesoramiento de Francisco Franco en las operaciones militares) y el encarcelamiento de Lluis Companys, a la vez que quedaba en suspenso el Estatut, supusieron un punto de no retorno. La represión afectó también al mismo Manuel Azaña, acusado de participar en los sucesos de Barcelona. Quedó, así, definida para los grupos de izquierda la naturaleza de la derecha y especialmente de los grupos monárquicos, organizados en la CEDA, sus Juventudes de Acción Popular, Reforma Española e incluso el Partido Agrario, que se encontraban en un proceso de fascistización. Sin olvidar la versión española del fascismo: con el nombre de Falange Española había nacido un año antes y desde febrero se reformuló como FE de las JONS, protagonizando unas acciones violentas en ascenso.

Hacia el Frente Popular

El camino hacia la formación del Frente Popular no fue fácil, pues hubieron de vencerse diferentes obstáculos, derivados de las perspectivas de cada grupo político o, en el caso del PSOE, de los sectores internos que estaban en pugna. Inicialmente fue Azaña, líder de Izquierda Republicana, quien en octubre de 1935 propuso públicamente al PSOE que se reeditara una coalición electoral. A su vez, desde este partido se propuso que pudieran unirse otros grupos obreros, entre los que se encontraba el PCE.

Para los grupos republicanos y los sectores moderados del PSOE la alianza se veía como una coalición electoral con el fin de aunar los votos y poder proseguir por la senda reformista del primer bienio republicano, cortada de cuajo desde finales de 1933. Para el sector  caballerista del PSOE y la UGT, así como las Juventudes Socialistas, junto con el PCE y otros grupos obreros (el Partido Sindicalista, el POUM de Joaquín Maurín y Andreu Nin, y algunos sectores de la CNT) se trataba, en un principio, de la creación de un bloque popular capaz de hacer frente al fascismo y de avanzar en el proceso de transformaciones. 

En el caso del PCE nunca se perdió la perspectiva de una unidad amplia, por lo que evitó planteamientos maximalistas que rompieran la coalición y alejaran a los sectores sociales y políticos más moderados del republicanismo y el movimiento obrero. La caracterización que hizo de la nueva perspectiva fue la de la lucha  por una república democrática, de naturaleza interclasista, pero avanzada en lo social y lo político, con el fin de hacer frente al fascismo. Ese cambio de actitud fue de gran importancia, resultando decisivo de cara al futuro, porque fue el momento en que su crecimiento, tanto en militancia como en capacidad de influencia, aumentó considerablemente.

Finalmente, tras la sucesión de crisis políticas no resueltas en el seno de la mayoría parlamentaria, Alcalá-Zamora tomó la decisión de disolver el Congreso y convocar elecciones para el 16 de febrero de 1936. La aproximación entre los grupos de izquierda resultó fácil, lo que cristalizó en la formación del Frente Popular, que en Cataluña adoptó el nombre de Front d’Esquerres, con la presencia de ERC. La nueva coalición electoral, esta vez favorecida por una menor abstención (promovida desde la dirigencia anarquista), obtuvo más apoyos que la correspondiente de la derecha monárquica, con una diferencia escasa de 150.000 votos, pero beneficiándose del sistema electoral. El PCE, por su parte, se vio recompensado con la obtención de 17 escaños.

El periodo que se abrió conoció una gran confrontación social y política. Durante la misma noche electoral no faltó que el general Francisco Franco, todavía jefe del Estado Mayor, se ofreciera a Manuel Portela Valladares, jefe de gobierno en funciones, para suspender la Constitución. Al poco el nuevo gobierno, formado por republicanos de izquierda, cumplió con los objetivos del programa electoral del Frente Popular: amnistía, intensificación de la reforma agraria y restablecimiento del Estatut catalán. Entre los grupos conservadores la derrota electoral dio paso a la vía militar para hacerse con el poder, intensificando los preparativos. Los enfrentamientos físicos y verbales fueron frecuentes entre los distintos grupos. El propio Alcalá-Zamora fue destituido por las Cortes a iniciativa de los grupos de izquierda, siendo sustituido por Manuel Azaña en mayo. 

El mismo partido, pero bastante diferente

Fue en ese contexto de lucha y unidad de acción donde el PCE fue aumentando el  número de militantes y su influencia entre la gente. Sus organizaciones, tanto locales como sectoriales (sindicales, culturales, de mujeres…), fueron ganando terreno, a lo que contribuyó su propuesta de un frente popular antifascista. Sus actividades no se limitaron a la lucha propiamente política, sino que abarcó otros ámbitos de la vida de la gente, tanto culturales como de la solidaridad, o que tenían el fin de acercar el conocimiento de la realidad de lo que en esos momentos era su referente primordial, esto es, la URSS. Es así como fueron surgiendo en su entorno grupos y asociaciones, tales como el Socorro Rojo Internacional, el Comité de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, etc. 

En el mundo de la cultura se produjo la afluencia hacia ese entorno, independientemente de ser o no militantes, de jóvenes artistas y escritores, así como de algunos ya consagrados. Entre los primeros, dentro de un largo etcétera, se encontraban escritores como Rafael Alberti, María Teresa León, Concha Zardoya, Rosa Chacel, César Muñoz Arconada, Luis Cernuda, Pedro Garfias, José Bergamín, Ramón J. Sender, Emilio Prados o Miguel Hernández; artistas como Alberto Sánchez, Luis Bagaría o Josep Renau; intelectuales como Wenceslao Roces; los cineastas Eduardo Ugarte o Luis Buñuel… Y entre los segundos, los casos de Antonio Machado, Ramón del Valle-Inclán o Federico García Lorca. 

Paralelamente, el PCE desarrolló una práctica de unidad orgánica en el seno de los grupos obreros, orientándose preferentemente al campo socialista. A finales de 1935 integró la CGTU, que no había dejado de ser minoritaria, en la UGT. El acercamiento de las juventudes  de ambos partidos se vio facilitado por el proceso de bolchevización de las Juventudes Socialistas, que corrió a la par de su distanciamiento del caballerismo, por lo que en marzo de 1936 se produjo la fusión, tomando el nuevo grupo el nombre de Juventudes Socialistas Unificadas, con Santiago Carrillo al frente.

Más dificultades encontró el PCE en su intento por formar un partido único con el PSOE, que contó con una fuerte oposición de sus líderes moderados Indalecio Prieto y Julián Besteiro, y las reticencias de Francisco Largo Caballero, cuyos seguidores fueron ganando en radicalidad al PCE. Donde sí se consiguió la unidad orgánica fue en Cataluña, aunque fuera coincidiendo con el golpe de estado de julio. El nacimiento del Partit Socialista Unificat de Catalunya fue el resultado de la fusión de cuatro grupos, aunando los dos existentes en el ámbito del estado y otros dos de carácter nacionalista: la federación catalana del PSOE, el Partido Comunista de Cataluña (ligado al PCE), la Unió Socialista de Catalunya y el Partit Catalá Proletari.  

Y llegado julio de 1936, el momento de una guerra

El día 18 fue la fecha elegida por quienes conspiraban contra la República. Militares, como ejecutores del plan, pero civiles, sobre todo del entorno monárquico fascistizado, como cerebros y creadores de un clima propicio para ser asumido por esa parte de la sociedad que había tomado el camino de romper con los avances traídos a partir de 1931. Lo que inicialmente estaba programado como un golpe militar derivó en una guerra. Fue el resultado del fracaso en buena parte de las conspiraciones locales y de la resistencia que emanó de amplios sectores populares. Y en ese contexto el PCE, mejor dotado y bastante más imbricado en la sociedad que en años anteriores, jugaría un papel importante.

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(El artículo fue publicado el 11–11-2021 en el blog del autor Entre el mar y la meseta: http://marymeseta.blogspot.com/2021/11/el-partido-comunista-de-espana-durante.html).

Los orígenes del Partido Comunista de España y sus primeros años de vida

Jesús María Montero Barrado

Los orígenes del Partido Comunista de España hay que inscribirlos en el contexto internacional que se estaba viviendo en Europa tras la finalización de la Gran Guerra en noviembre de 1918. De una forma más concreta, fue una consecuencia directa del acceso al poder del Partido Bolchevique en lo que acabó dejando de ser el Imperio Ruso. En octubre/noviembre de 1917 se abrió una senda dentro del proceso revolucionario que acabaría dando la lugar en 1922 a la URSS y marcaría el devenir mundial durante las décadas siguientes.

El contexto internacional tras el fin de la Gran Guerra

Con la Gran Guerra el mundo sufrió un impacto hasta entonces desconocido, afectando en mayor medida a Europa con sus más de diez millones de muertes,  decenas de millones de personas heridas, mutiladas o desplazadas, y una destrucción material sin precedentes. Sus potencias imperialistas empezaron  a perder la hegemonía económica y política en el mundo, que empezó a desplazarse a EEUU. Este país, lejos de desgastarse por su participación en la guerra, salió fortalecido al no sufrir daños materiales y como suministrador de armamento y otros recursos a sus aliados europeos. Finalizado el conflicto, a lo largo de los años siguientes prosiguió como proveedor de recursos incluso para las potencias perdedoras, que en el caso de Alemania se extendió a la provisión de préstamos bancarios.

El prestigio de la IIª Internacional, formada por los partidos socialistas, se derrumbó. Entre otras cosas porque el posicionamiento que cada uno tomó, antes y durante el conflicto, en la mayor parte de los casos fue entregarse al nacionalismo de cada país y con ello, a los intereses de los gobiernos y las burguesías respectivas. El internacionalismo que se había estado defendiendo con anterioridad había devenido en una pura retórica, de manera que los obreros de cada país se enfrentaron entre sí.

El naciente estado ruso revolucionario se vio acosado desde el primer momento.  Su vocación contraria a la guerra, cristalizada en la firma del tratado de Brest-Litovsk con Alemania en febrero de 1918, dio paso, desde principios de 1919, a una intervención militar de potencias extranjeras. En los primeros Gran Bretaña, EEUU y Francia, con el apoyo de Polonia o Checoslovaquia, combinaron su presencia directa en territorio ruso, la dotación de armas a las fuerzas contrarrevolucionarias y ataques desde el exterior por parte de Polonia. Pero pronto, hasta 1923, el enfrentamiento, caracterizado como una guerra civil, se dilucidó entre los ejércitos Rojo y Blanco.       

El contexto español entre 1918 y 1923

En la coyuntura española de esos años había una situación crítica y altamente conflictiva, que se manifestó en distintas vertientes. En lo económico, había una aguda crisis derivada la especificidad vivida en España durante la guerra, dado que la bonanza que se había dado por la neutralidad mantenida se tornó en una vuelta a la situación de 1914, una vez que los países contendientes empezaron a recuperar su actividad económica. 

Eso supuso un aumento del paro y la bajada de los salarios, y, como consecuencia, el aumento de la conflictividad social, que se extendió por los distintos territorios y sectores de la economía. El protagonismo de la CNT y la UGT aumentó considerablemente, ganando en influencia y afiliación. No faltó la presencia del fenómeno del pistolerismo, auspiciado inicialmente desde el empresariado para minar la moral de la gente, y que tuvo su respuesta en algunos sectores del anarquismo. 

En lo político, el sistema de la Restauración daba muestras de su inoperancia, en la medida que los dos partidos que lo sostenían seguían resquebrajándose. Las acciones de los gobiernos, que se sucedían con celeridad, tendieron a la represión, lo que enconó más aún los ánimos. Los grupos al margen del sistema fueron ganando terreno, pero su posicionamiento ante la situación fue diferente. Así, por ejemplo, en el catalanismo moderado triunfó la idea de colaborar en los gobiernos de coalición, mientras que en los grupos republicanos se mantuvo la tradicional división, rompiéndose incluso la colaboración que algunos de ellos habían tenido con el PSOE. Este partido, a su vez, se vio sacudido en su interior por el conocimiento de los acontecimientos que se iban sucediendo en lo que fue el Imperio Ruso.   

No faltó el asunto de la guerra de Marruecos, agravado por la insurrección creciente de la población nativa y los fracasos de los militares españoles. El ingrediente antimilitarista y anticolonial se enmarcaba en el papel que le correspondía a los sectores populares, dado que el grueso de víctimas provenían de ellos.

El impacto de la formación de la Internacional Comunista en España: crisis en el PSOE y primeros pasos hacia un nuevo partido obrero

Con la constitución en 1919 de la Komintern, acrónimo de Internacional Comunista, se fueron formando sucesivamente en los distintos países del mundo partidos comunistas nacionales. El objetivo principal era la organización de revoluciones en cada uno de los países, a la vez que se tendió a una coordinación de las acciones, algo que se fue supeditando con el paso de los años a los intereses de quienes dirigieron la URSS.    

En el caso del PCE, aunque nació oficialmente en noviembre de 1921, sus orígenes datan de dos años antes, cuando en el seno del PSOE y las Juventudes Socialistas fueron surgiendo sectores, más o menos dispersos, que mostraban sus simpatías por la revolución rusa y eran proclives a la adhesión a la Internacional Comunista. La llegada a finales en 1919 de dos enviados a instancias de Moscú facilitó las cosas, coordinando, de distintas formas, los deseos de esos sectores. 

El primer fruto apareció en abril de 1920 en el seno de las Juventudes Socialistas. Después de varios movimientos internos, en el mes de abril se tomó la decisión de constituirse en Partido Comunista Español por una parte importante de la organización. Dada la idiosincrasia de sus componentes, el nuevo partido fue conocido en los primeros momentos como el de los «cien niños». A lo largo de los meses siguientes buscó insertarse en el panorama político convulso que se estaba dando tanto en el conjunto del país como en el seno de la izquierda, especialmente del PSOE.

Su corta vida estuvo llena de fricciones internas, enfrentamientos continuos con los sectores del PSOE que tendían a acercarse a los postulados defendidos por la Internacional Comunista y una acción política cargada de sectarismo y radicalidad extrema, en la que se hacía hincapié en el rechazo a la fórmula del parlamentarismo burgués. Destacaron entre sus dirigentes Ramón Merino Gracia, Juan Andrade, Gabriel León Trilla o Eduardo Ugarte, siendo el primero quien ocupó la secretaría general del partido.

En el seno del PSOE también se produjo una batalla interna relacionada con el posicionamiento ante la revolución rusa y la aparición posterior de la Internacional Comunista, lo que supuso que surgiera en su seno una tendencia que propugnaba la adhesión al órgano internacionalista y de ahí que se conocieran como terceristas. El Congreso Extraordinario del PSOE celebrado en junio de 1920 fue uno de los momentos más señalados del debate interno. La decisión que se acordó fue la del ingreso en la Internacional Comunista, si bien dada la polémica creada, se aprobó una resolución que incluía varias condiciones para el ingreso y la presentación posterior de sendos informes por los dos delegados que debían acudir: Fernando de los Ríos, contrario a la adhesión; y Daniel Anguiano, favorable. Las condiciones se basaban en la autonomía del PSOE en relación a la nueva Internacional, lo que no fue aceptado en Moscú. Eso supuso que la Ejecutiva del PSOE rechazara finalmente la adhesión.    

Fue en abril de 1921 cuando ese enfrentamiento acabó cristalizando en la constitución del Partido Comunista Obrero Español. Entre sus primeros componentes estuvieron miembros reconocidos del PSOE y la UGT. Fueron los casos de Antonio García Quejido, Manuel Núñez de Arenas, Óscar Pérez Solís, Isidoro Acevedo, Facundo Perezagua, Virginia González, Daniel Anguiano, Eduardo Torralva Beci, Mariano García Cortés, Ramón Lamoneda, etc. El primero de ellos  gozaba del prestigio de haber estado entre los fundadores del partido en 1879 y de la UGT en 1888, de la que fue, además, el primer presidente.

El PCOE dio muestras en los primeros momentos de una mayor moderación, tanto en las propuestas políticas como en la acción práctica. Eso le valió que fuera acusado de centrismo por parte del PC Español, lo que dificultó el proceso de unificación que desde el primer momento se instó por parte de la Komintern que se llevara a cabo, dada la anomalía de suponía la existencia de dos partidos comunistas en un mismo país. 

En el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú a comienzo del verano, estuvieron presentes sendas delegaciones de los dos partidos. Los esfuerzos por conseguir que se llegara a un acuerdo resultaron difíciles, aunque al final la labor de mediación que realizó el italiano Antonio Gradiazei acabó solventando el problema. Finalmente fue el 14 de noviembre cuando tuvo lugar la Conferencia de unificación, dando lugar al Partido Comunista de España. En marzo de 1922, dentro del primer Congreso, fue elegido secretario general Antonio García Quejido, que un año después fue sustituido por César Rodríguez González. Y como órgano de expresión empezó a editarse el semanario La Antorcha, que fue dirigido por Eduardo Torralva Beci.

En todo este proceso de nacimiento del PCE no podemos olvidar otro ámbito sociopolítico, que fue el de la Confederación Nacional del Trabajo. Dada su naturaleza anarcosindicalista, estaba más alejada ideológica y organizativamente de la tradición marxista del socialismo. La aportación se hizo desde la corriente interna de la CNT  formada a finales de 1921, primero en torno a los Comités Sindicalistas Revolucionarios y luego con el semanario La Batalla. Esta corriente había surgido a raíz de la presencia en ese mismo año de una delegación de la CNT en el Congreso que se celebró en Moscú y que dio lugar a la Internacional Sindical Roja, conocida también como Profintern. Entre sus impulsores estaba Joaquín Maurín, si bien su entrada en el PCE, junto con otros compañeros, no se produjo hasta 1924.

Los primeros años del Partido Comunista de España

La aparición del PCE no supuso que el partido mantuviera una vida estable, tanto en lo político como en lo organizativo. El tutelaje de Jules Humbert-Droz como delegado de la Internacional Comunista resultó complicado ante los permanentes problemas en el seno del nuevo partido. Esto, a su vez, dificultó que se aplicaran las resoluciones aprobadas por la Internacional Comunista. 

Continuaron las disensiones internas y su práctica estuvo marcada, como ocurriera con el PC Español, por una elevada radicalidad en las acciones, el sectarismo y una gran animosidad contra el PSOE, al que se acusaba de reformista. Lejos de favorecer su crecimiento, provocó la marcha de una parte de su militancia. A esto se unió que desde septiembre de 1923, cuando tuvo lugar el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera. Inicialmente el partido y el periódico La Antorcha no fueron ilegalizados, derivado de un hecho inaudito: que se mostrara inactivo. Pero la realidad fue bien distinta,  porque, lejos de que eso ocurriera, se fue encarcelando a sus dirigentes o se forzó su exilio, quedando la militancia constreñida en su actividad. 

El PCE sólo mantuvo cierta influencia en Vizcaya y Asturias, principalmente en sus áreas industriales y mineras. En Andalucía fue a finales finales de la década, en 1927, cuando Sevilla se convirtió en otro de los focos de influencia, gracias al trasvase de dirigentes y militantes locales de la CNT al partido. Entre ellos estuvo José Díaz, quien a partir de 1932 accedería a la secretaría general. 

En el caso de Cataluña la cosa resultó más compleja. Si inicialmente el PCE se vio obstaculizado por la hegemonía de la CNT, que era expresión de la larga trayectoria del sindicalismo revolucionario y de carácter libertario, luego surgió el problema derivado de la presencia de Joaquín Maurín y sus planteamientos políticos, que estaban alejados del estalinismo y enlazaban más con la Oposición de Izquierda que había surgido en la URSS. Maurín había sido el promotor de la Federación Comunista Catalano-Balear, que se había ido abriendo un hueco en el panorama de esos territorios, sobre todo el catalán, a lo que no fue ajeno su propuesta de una estructura federal del estado. Pero el recrudecimiento de las luchas políticas en la URSS acabó en España con la expulsión de la citada FCCB, que en 1930 acabaría transformándose en el Bloc Obrer i Camperol. 

Las relaciones con el PSOE y la UGT se tensaron en mayor medida cuando los sectores dirigentes que controlaban ambas organizaciones decidieron establecer una situación de coexistencia con el Directorio Militar. A cambio de su participación en algunas de las instituciones del régimen, como los comités  sindicales y el Consejo de Estado, la UGT y el PSOE gozaron de tolerancia. 

Con el acceso de José Bullejos a la secretaría general del PCE en 1925 se ahondó en la beligerancia con las dos organizaciones socialistas, lo que supuso el acercamiento a la CNT, también ilegalizada y perseguida, pero activa en la lucha sindical. Dos huelgas en 1927, la general de Vizcaya y la minera de Asturias, marcaron uno de los puntos culminantes del enfrentamiento entre el reformismo de la UGT y el PSOE, por un lado, y la radicalidad del PCE y la CNT, por otro.

En sus orígenes el PCE tuvo, por tanto, grandes dificultades para convertirse en un partido influyente. Los años 20 y hasta 1931, en medio de un contexto de fuerte represión, conoció una sucesión de errores políticos, cambios continuos en la dirección y pérdida de militancia. 

A lo largo de esos años no faltó en todo ello el fallecimiento de algunos dirigentes, como Antonio García Quejido, Virginia González o Eduardo Torralva Beci; el alejamiento de otros, como Manuel Núñez de Arenas; la vuelta al PSOE de César Rodríguez González o Ramón Lamoneda; los problemas surgidos en torno a  Joaquín Maurín y la FCCB; la deriva hacia el trotskismo de dirigentes que, como Juan Andrade o Luis Portela, se vincularon a Andreu Nin, ya regresado a España en 1930, y su grupo, Izquierda Comunista; no faltó tampoco el camino hacia posiciones políticas insospechadas, de extrema derecha, como ocurrió con Ramón Merino Gracia (que empezó en la Unión Patriótica y los Sindicatos Libres, y con el tiempo acabó en el falangismo), Óscar Pérez Solís (que evolucionó hacia un catolicismo rigorista y acabó también en el falangismo) o Mariano García Cortés (devenido en liberal monárquico y luego en franquista). 

A modo de conclusión, en el tránsito hacia la Segunda República

La llegada de la Segunda República cogió al PCE en una situación difícil, condicionada por la puesta en práctica de una línea política radical,  proveniente en parte de las orientaciones marcadas desde la Internacional Comunista en 1928, bajo consigna de «clase contra clase». La interpretación que hizo de ella la dirección del PCE en abril de 1931 resultó estar muy alejada de la realidad. Su calificación de la República como burguesa y la petición de que se formara un gobierno obrero y campesino pesó durante negativamente a la hora de que pudiera insertarse en la sociedad española. 

En 1932 la dirección encabezada por José Bullejos acabó siendo sustituida por otra nueva. Accedieron nombres entre los que estaban los de Dolores Ibárruri, Pedro Checa, Vicente Uribe, Manuel Delicado o José Díaz, que fue elegido nuevo secretario general.  

Hasta bien entrada la Segunda República el PCE no encontró un hueco importante en el escenario político. Pero tratar sobre eso pertenece a otro capítulo de su historia centenaria.

Bibliografía consultada

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Vega Sombría, Santiago (2021). «Ante la República y la revolución democrática: Circular del Secretariado Político a todas las federaciones, radios y células del Partido (15 de julio de 1931)», en Documentos para un Centenario. PCE 1921-2021; FIM/Mundo Obrero, 2 de enero (https://www.mundoobrero.es/especial/centenario_pce/index.php?pg=8).

(Artículo publicado en el blog del autor Entre el mar y la meseta el día 8-11-2021: https://marymeseta.blogspot.com/2021/11/los-origenes-del-partido-comunista-de.html).

Un artículo sobre la represión en Barbate: ¿Dónde están las víctimas mortales de Barbate que desaparecieron por la represión fascista?

Por su interés, reproducimos un artículo publicado por nuestro compañero Jesús Montero en su blog Entre el mar y la meseta. Está dedicado concretamente a las personas que fueron asesinadas entre 1936 y 1937, víctimas de la represión fascista, y de una manera especial a las que aún siguen desaparecidas. A su contenido puede accederse también a través del enlace del blog del autor: http://marymeseta.blogspot.com/2021/11/donde-estan-las-victimas-mortales-de-la.html

¿Dónde están las víctimas mortales de Barbate que desaparecieron por la represión fascista?

Jesús María Montero Barrado

La represión en Barbate tras el golpe militar de julio de 1936 supuso el asesinato de nueve personas. Cuatro murieron en las primeras semanas tras el golpe, durante los meses de julio y agosto: Manuel Abel Romero, Francisco Braza Basallote y Francisco Tato Anglada. De otras tres se perdió el rastro mientras se encontraban encarceladas: de Juan Porta Crespo, en agosto; de Antonio Oliva Ramírez, en septiembre; y de Francisco Domínguez Benítez, en octubre. Tres de las víctimas murieron en los primeros meses de 1937: Francisco Utrera Rivera, posiblemente en febrero; y José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera, en marzo, que en estos dos casos fueron ejecutados por sendas sentencias de un consejo de guerra. A esa lista se puede añadir el nombre de José Miranda de Sardi, residente en la capital, pero que con anterioridad, entre 1923 y 1931, había sido vecino de Barbate, donde tomó parte activa de la vida del pueblo.

Fueron muertes violentas, asesinatos, sobre los que existen muchos puntos oscuros. En nueve de los casos no se sabe ni dónde ni cuándo ocurrió, a la vez que se desconoce el lugar donde fueron enterrados, por lo que entran en la categoría de desaparecidos. Sólo de Francisco Tato Anglada sabemos más sobre lo ocurrido y se conoce el lugar donde fue, y sigue, enterrado. 

En la localidad de Barbate vivían siete: Francisco Tato Anglada, Juan Porta Crespo, Antonio Oliva Ramírez, Francisco Domínguez Benítez, Francisco Utrera Rivera, José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera. Dos, en las localidades que a partir de 1938 pasaron a ser parte del nuevo municipio: Manuel Abel Romero, en Zahara de los Atunes; y Francisco Braza Basallote, en San Ambrosio. Y la décima, el por entonces ya vecino de Cádiz José Miranda de Sardi.

Diez personas a las que pueden añadirse dos más: los hermanos Juan y Manuel Caro Marín. Los dos, víctimas del atentado llevado a cabo por un pistolero falangista siete días antes del golpe militar. Víctimas por los mismos motivos por los que se asesinó a las otras diez. De esta manera, el número de asesinatos ascendería a doce. 

En su mayoría eran  trabajadores, ocupados en diversas actividades. Cinco tenían que ver con la mar: Juan Porta Crespo, Antonio Oliva Ramírez, Francisco Utrera Rivera, José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera. Dos eran albañiles: Juan y Manuel Caro Marín. Y Francisco Domínguez Benítez no lo sabemos. Los otros cuatro pertenecían a las clases medias: Francisco Braza Basallote era agricultor; Manuel Abel Romero, maestro; Francisco Tato Anglada, farmacéutico; y José Miranda de Sardi, periodista.

En todos los casos se trataba de personas con una gran sensibilidad social, cada uno en su medida. Algunos destacaron por su capacidad de liderazgo: Francisco Tato Anglada, entre otras cosas, como alcalde pedáneo; Juan Caro Marín; como principal referente de las Juventudes Libertarias y de la CNT; y Francisco Utrera Rivera, líder de los trabajadores almadraberos de la provincia. Formaba parte de la corporación municipal de Vejer de la Frontera Francisco Braza Basallote y de la de Cádiz, José Miranda de Sardi.

La CNT era el grupo abrumadoramente dominante. Al sindicato anarcosindicalista pertenecían diez: Juan Porta Crespo, Antonio Oliva Ramírez,  Francisco Domínguez Benítez, Francisco Utrera Rivera, José Melero Ladrón de Guevara, José Utrera Rivera, Juan Caro Marín,  Manuel Caro Marín y José Miranda de Sardi. Dos eran de adscripción socialista: Francisco Braza Basallote y Manuel Abel Romero. Francisco Tato Anglada pertenecía a Izquierda Republicana. Y José Miranda de Sardi, además, era del Partido Sindicalista.

En conjunto, cada uno en su medida, formaron parte de esa generación que fue partícipe de “una pedagogía emancipadora, de autoestima, y una conciencia de su protagonismo en la historia”, como en su día definió el historiador Francisco Moreno a la generación d personas que protagonizaron la lucha esperanzadora de los años de la Segunda República.

No sabemos del paradero de Francisco Braza Basallote, que fue detenido en el mes de julio en su domicilio de San Ambrosio. Ni el de Manuel Abel Romero, también desaparecido en el mismo mes. Ni de Juan Porta Crespo ni de Antonio Oliva Ramírez, detenidos en julio, compañeros de Francisco Tato Anglada en las cárceles de Vejer de la Frontera y Cádiz, y de los que se ha perdido su rastro, respectivamente, en agosto y septiembre. Ni de Francisco Domínguez Benítez, detenido en septiembre, recluido en la cárcel de Cádiz, trasladado en octubre a la de El Puerto y sin que sepamos nada más.

Tampoco sabemos dónde se encuentra Francisco Utrera Rivera, recluido desde el primer momento en la cárcel de Cádiz y que, oficialmente trasladado a la de El Puerto en febrero de 1937, no llegó a esa prisión. Ni José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera, que huyeron en julio hacia Málaga, combatieron en el frente occidental de esa provincia hasta su detención en febrero de 1937, fueron trasladados a Barbate y, de inmediato, juzgados en Algeciras por sendos consejos de guerra que los condenaron a muerte.

José Miranda de Sardi, que residía en Cádiz desde unos años antes, fue detenido el 19 de julio mientras resistía al golpe en el Ayuntamiento, luego se le recluyó en el buque Miraflores, para ser finalmente fusilado a principios de agosto. Se dice que en El Puerto, en Puerto Real, en su Chipiona natal… 

Apenas hay constancia de esas muertes en la mayor parte de los casos. A lo sumo, vaguedades. Es una excepción lo ocurrido con los dos hermanos Caro Marín, dado que murieron antes del golpe y que, por tanto, ya se había empezado la instrucción de su caso. Dos años después se condenó al autor de los disparos, no así a quienes instigaron sus muertes. 

De Manuel Abel Romero se ha dejado constancia en uno de los documentos que murió “al principio del Glorioso Movimiento Salvador de España, debido a sus actividades pasadas”. En otro se escribió que fue “víctima de sus yerros”. A Francisco Braza Basallote, Juan Porta Crespo, Antonio Oliva Ramírez y Francisco Domínguez Benítez se les aplicó el “Bando de Guerra”. Durante el juicio en el que debía comparecer José Miranda de Sardi a mediados de agosto se informó que ya había fallecido. José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera, como ya se ha dicho, fueron condenados en Consejo de Guerra. 

Por los datos que conocemos, a Francisco Tato Anglada se le aplicó la conocida “ley de fugas” en las cercanías de Barbate, después que se hubiera ordenado el 21 de agosto su traslado desde la prisión de Cádiz. Y de Francisco Utrera Rivera sabemos que en un documento de una entidad de ahorros se hizo constar como fecha de su muerte el 17 de febrero, coincidente con el día que salió de la cárcel de Cádiz para ser trasladado a la El Puerto, a donde nunca llegó.

En estos días en que se acude masivamente a los cementerios para recordar a las personas fallecidas, sólo Juan Caro Marín, Manuel Caro Marín y Francisco Tato Anglada permanecen en el lugar en que fueron  enterrados. En los restantes casos no sabemos dónde se encuentran sus cuerpos. Sus familiares nunca han tenido la ocasión de honrarlos ante una tumba. Una deuda que sigue pendiente. Como lo está también su reparación. 

IU de Barbate, con las mareas blancas y en defensa de la sanidad pública

Hoy ha sido un día de movilizaciones en Andalucía en defensa de la sanidad pública, y contra los recortes y la privatización de los servicios que está llevando a cabo el gobierno andaluz, en manos del PP y Ciudadanos, que cuentan, además, con el apoyo de Vox.

Han sido miles de personas las que se han paseado por las calles de diferentes ciudades de nuestra comunidad, haciéndose eco del llamamiento hecho por las mareas blancas provinciales, comarcales y municipales. Han contado, a su vez, con el apoyo de numerosos colectivos sociales, sindicatos y grupos políticos.

En el caso de la provincia gaditana, su capital ha sido la que ha acogido a varios centenares de personas, provenientes de distintos municipios. Han partido del Hospital Puerta del Mar para posteriormente ir recorriendo la avenida principal de la ciudad, que precisamente lleva el nombre de avenida de la Sanidad Pública.

En el comunicado que se ha leído al final del acto se ha advertido de las consecuencias que está conllevando la política sanitaria del gobierno conservador andaluz:

«La situación es de auténtica crisis sanitaria, provocada por las decisiones políticas del gobierno andaluz, que van encaminadas a ahondar el deterioro de la sanidad pública e incentivar la privatización (…). Esta crisis sanitaria progresiva ha dado lugar a que muchos andaluces -aquellos que puedan hacerlo- hayan tenido que contratar seguros privados. Todo esto está ocurriendo por lo escaso del presupuesto y porque una parte del dinero de la sanidad pública andaluza, en vez de gastarse en reforzar los recursos de la sanidad pública, se está derivando al sector privado».

La Marea Blanca de La Janda, donde están integradas las localidades de Barbate y Zahara de los Atunes, ha estado presente en la manifestación, dejando constancia de la actividad que lleva desarrollando desde hace años.

No ha faltado tampoco la presencia de IU, tanto por parte de la dirección provincial como de las distintas asambleas locales. Y entre ellas, como viene siendo habitual, la de Barbate.

Acto de solidaridad por las víctimas del naufragio en el entorno del cabo de Trafalgar

Alrededor de un centenar de personas se han hecho eco este mediodía del llamamiento de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía para concentrarse en la plaza del Faro. En esta ocasión el triste motivo ha estado relacionado con el naufragio de una patera ocurrido el jueves pasado a unas treinta millas del cabo de Trafalgar. Hasta el momento se han recuperado los cuerpos sin vida de 9 de ellas, sin que se sepa hasta ahora el número de las que están desaparecidas.

Después del correspondiente minuto de silencio, se ha leído un comunicado, en el que se ha reiterado la denuncia de la situación de «dolor y muerte» que sufren quienes intentan pasar desde África hacia el continente europeo, a la vez que se ha hecho un llamamiento de solidaridad. Tal como expuso una de las personas asistentes y que participaron en la lectura del comunicado, «no nos gusta la aventura de meternos en la mar y jugar con la muerte; lo hacemos porque no tenemos más remedio, solo buscamos una vida mejor».

Se ha criticado, así mismo, la política migratoria de la UE y la gestión que llevan realizando desde hace años los distintos gobiernos españoles, incluido el actual. En ese sentido ha habido una mención especial al ministro del Interior, cuyas actuaciones, lejos de suponer una mejora, lo que hacen es infringir aún más los derechos humanos.

Tampoco ha faltado la denuncia de los discursos del odio contra las personas inmigrantes, desde los que se criminaliza tanto cuando intentan llegar a nuestro país como cuando residen en cualquier parte del territorio. «Una sociedad que tolera con indiferencia que mueran personas en nuestras aguas y políticas que generan discursos de odio, es una sociedad que está abocada al fracaso», ha manifestado Rafael Lara.

Inmaculada Nieto, parlamentaria de IU, sobre el macroproyecto de Següesal: «revolución verde no son campos de golf»

Inmaculada Nieto, parlamentaria gaditana de IU, ha sido rotunda a la hora de calificar el macroproyecto urbanístico proyectado en el Següesal, dentro del término municipal de Barbate. Durante una intervención parlamentaria ha denunciado, en primer lugar, el modelo urbanístico desarrollado en Andalucía «por el que ya ha pagado un alto coste».

Y después se ha referido al caso de nuestro municipio, donde se prevé recalificar más de cuatro millones de metros cuadrados para construir una macrourbanización con plazas hoteleras y un campo de golf, que supone cuatro veces lo que ocupa actualmente el casco urbano del municipio.

Ha desmontado, la falacia de la incorporación de zonas verdes, como se ha dicho desde el gobierno de la Junta de Andalucía, denunciando que con el proyecto se van a arrasar 230 ha. forestales. No se ha olvidado tampoco de las limitaciones medioambientales en lo referente al suministro de agua, un recurso que resulta insostenible con ese tipo de urbanizaciones.

Inmaculada Nieto ha puesto de manifiesto, así mismo, que lo que necesitan los municipios costeros de la provincia es una ocupación turística a lo largo de todo el año y no sólo la estacional del verano.

Por último, a modo de conclusión, ha resaltado que crecimiento no es sinónimo de prosperidad, como tampoco los campos de golf son revolución verde.

(Para ver el vídeo de su intervención: https://fb.watch/v/1toMAQl82/).